En la clase del lunes 20 de octubre, leímos el principio de la novela La metamorfosis de Franz Kafka. Después, creamos otros principios posibles.
Relato de Teresa Más Vallejo
Al despertar una mañana me vi convertida en una impresionante Flequilla. Era grande, tenía escamas y alas, unas patas peludas y anchas. Mi cresta era similar a la de un gallo y mi cara era la de un pájaro. Una larga cola, en punta, acababa mi cuerpo de distintos colores, muy vivos. Me asusté, pensé que todo era una pesadilla, pero no fue así.
-¿Qué hago ahora? No puedo salir porque si me miran, se asustarán.
Miré el lado positivo de la situación:
-Bueno, no tendré que ir al instituto.-- seguí pensando-- Pero no podré salir, me aburriré, y, seguro que me ven. Tengo que esconderme.
Me fui al baño y me escondí. Cuando se fue mi familia, salí, desayuné y me volví al baño. Me sentía rara pero me gustaba, podía volar, podía sentir lo mismo que los pájaros y... volé para descubrir lugares. Decidí ir a San Lorenzo del Escorial para ponerme en lo más alto del Monasterio y ver toda la sierra de Madrid. Allí me quedé toda la mañana. Después regresé a casa y me dormí. Volví a ser normal. Cuando llegaron mis hermanos no sospecharon nada.
Relato de Teresa Más Vallejo
Al despertar una mañana me vi convertida en una impresionante Flequilla. Era grande, tenía escamas y alas, unas patas peludas y anchas. Mi cresta era similar a la de un gallo y mi cara era la de un pájaro. Una larga cola, en punta, acababa mi cuerpo de distintos colores, muy vivos. Me asusté, pensé que todo era una pesadilla, pero no fue así.
Miré el lado positivo de la situación:
-Bueno, no tendré que ir al instituto.-- seguí pensando-- Pero no podré salir, me aburriré, y, seguro que me ven. Tengo que esconderme.
Me fui al baño y me escondí. Cuando se fue mi familia, salí, desayuné y me volví al baño. Me sentía rara pero me gustaba, podía volar, podía sentir lo mismo que los pájaros y... volé para descubrir lugares. Decidí ir a San Lorenzo del Escorial para ponerme en lo más alto del Monasterio y ver toda la sierra de Madrid. Allí me quedé toda la mañana. Después regresé a casa y me dormí. Volví a ser normal. Cuando llegaron mis hermanos no sospecharon nada.
Relato de Daniela Ilianeva
Al despertar una mañana, me vi convertida en una mosquiaraña. Tenía un solo ojo, un ala, ocho patas y un cuerno. Ese día tenía que ir al colegio, aunque no quería ir, fui. Cuando entré en la clase, me senté en mi asiento, pero la silla era demasiado grande. La profesora empezó a pasar lista, como yo era tan pequeña no me vio, así que me puso una falta de asistencia y se la mandó a mis padres. Al terminar las clases, salí volando para mi casa. Mis padres estaban muy enfadados, esperándome delante de la puerta. Pero yo entré por la ventana, así que no me vieron... De repente, volví a mi estado normal. Entonces entraron mis padres y no creyeron las excusas que les di. LLevo castigada toda una semana.
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